SINGAPUR - Un singapurense de origen tamil, Tangaraju Suppiah, fue ahorcado este miércoles en la ciudad-Estado asiática por ser cómplice en el tráfico de 1 kilogramo (unas dos libras) de marihuana, la primera ejecución en la isla en lo que va de año.
Tangaraju fue ejecutado mediante la horca, el método empleado por Singapur, alrededor de las 6 a.m. hora local en la prisión isleña de Changi, confirmó Kokila Annamalai, portavoz de la oenegé Transformative Justice Collective, que aboga por la derogación de la pena capital en el próspero país del Sudeste Asiático.
El caso de Tangaraju ha acaparado la atención no solo por ser un delito de tentativa de tráfico de marihuana, cuyo uso medicinal se legaliza en cada vez más países, entre ellos Tailandia, sino también por las supuestas irregularidades del proceso, denunciadas por sus familiares y oenegés.
"Mi tío es un hombre muy bueno. No tenía educación ni dinero, pero siempre trabajó duro para cuidarnos. Ahorcarle es asesinar a un hombre inocente", dijo la sobrina de Tangaraju en un vídeo, en el que implora clemencia al gobierno de Singapur, publicado en las redes sociales.
Ejecutado a los 46 años, Tangaraju fue condenado a muerte en 2017 por "ser cómplice en una conspiración para traficar" un kilo de marihuana de Malasia a Singapur en 2013, si bien él y sus abogados afirman que nunca vio o tocó las drogas y que fue involucrado por terceros por unos intercambios por teléfono cuyo contenido tampoco se presentó en el juicio.
Consumidor de marihuana desde la adolescencia, "Appu", como le llamaban sus allegados, creció en el seno de una familia humilde y pasó su juventud entrando y saliendo de centros de menores y de la cárcel.
Fue a raíz de una detención por no presentarse a la policía para un control de drogas mientras estaba en libertad condicional cuando le implicaron en este caso. Pese a las "débiles pruebas", según denuncian sus familiares, la sentencia a muerte en 2017 fue refrendada por otra corte a finales de 2022, tras la última apelación posible.
EJECUCIÓN ESCANDALOSA
Phil Robertson, subdirector para Asia de Human Rights Watch (HRW), calificó la ejecución de "escandalosa e inaceptable" y mostró su preocupación por lo que cataloga como "una ola renovada para vaciar el corredor de la muerte" de Singapur.
"El uso continuo de Singapur de la pena de muerte por posesión de drogas es un ultraje a los derechos humanos que hace que gran parte del mundo retroceda y se pregunte si la imagen del Singapur moderno y civilizado es solo un espejismo", remarcó Robertson.
Por su parte, el director regional adjunto de Amnistía Internacional (AI), Ming Yu Hah, aseguró en un comunicado que "esta ejecución muestra una vez más el absoluto fracaso de la obstinada adopción de la pena de muerte por parte de Singapur".
El multimillonario británico Richard Branson subraya por su parte en Twitter: "Es posible que Singapur asesine a un hombre inocente. Es un caso estremecedor, pues el acusado nunca llegó a estar cerca de las drogas en cuestión".
SINGAPUR, TOLERANCIA CERO A LAS DROGAS
La cosmopolita Singapur tiene una de las leyes antidrogas más draconianas del planeta, y contempla la pena de muerte para un mínimo de 500 gramos (17 onzas) de tráfico de marihuana, en drástico contraste con el aumento de la legalización del cannabis en varios países, entre ellos la vecina Tailandia.
Las autoridades isleñas defienden la pena de muerte como "componente esencial" de su sistema judicial y garantía para frenar el consumo -- lo que cuestionan las oenegés --, y en 2022 batió récords llevando a cabo once ejecuciones de narcotraficantes, entre ellas la de un preso con discapacidad intelectual, pese a las críticas de la ONU.
LA ESPERA EN PRISIÓN
Mientras, Leela cuenta que Tangaraju vive la espera "algo confuso pero con fe", y que, aunque en principio se negó a participar en una sesión de fotos que la prisión prepara para la semana previa a la ejecución, finalmente cedió a hacérselas para dejarlas de recuerdo a los miembros de su familia que no han podido visitarle.
Entre ellos, su madre, internada en un centro para mayores y a quien Leela no ha querido contar aún el posible final de su hijo. "Está muy deprimida y no queremos que esto la hunda", dijo.
Leela solo tiene buenas palabras sobre su hermano pequeño. "Es muy generoso... No tuvo tiempo de nada, ni siquiera de tener hobbies o una relación de pareja", afirmó afligida.
Ese pensamiento la enfurece por primera vez desde que comienza la charla, y solo entonces eleva el tono.
"La pena de muerte no ha parado el consumo de drogas en Singapur. Consumir no es un crimen. Quitarle la vida a alguien por ello lo es", proclamó.